martes, 26 de octubre de 2010

El cambio climático disminuirá los alimentos en el mundo


Los alimentos en el mundo disminuirán en el futuro drásticamente debido al cambio climático, y paradójicamente la producción agrícola será también responsable de esto, pues es responsable de 33 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, según fuentes de la ONU.

En declaraciones a la prensa de Olivier de Schutter, relator especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, este demandó revertir la situación en busca de una agricultura regenerativa de baja emisión de carbono.

El experto reclamó una transferencia masiva de tecnología de los países industrializados hacia los subdesarrollados para poder alcanzar una agricultura sostenible en esa parte del mundo.

En una intervención ante la Asamblea General, el especialista sostuvo que el calentamiento global reduce la capacidad de la humanidad para alimentarse.

Asimismo, presagió que para el año 2080 la producción de ese sector disminuirá a un 16 por ciento debido a la elevación de la temperatura global.

Por otro lado, reveló que cada año se pierden más de 30 millones de hectáreas de tierra cultivable por la degradación ambiental, la urbanización y la conversión de terrenos hacia el uso industrial.

La expansión de los biocombustibles y la especulación de suelos agrícolas pueden tener consecuencias dramáticas para cientos de millones de agricultores, pescadores y pueblos indígenas, alertó.

El relator de la ONU señaló que el crecimiento de la población y el incremento de la competencia de las grandes industrias reducen las parcelas de los pequeños agricultores, quienes son relegados hacia terrenos áridos, accidentados y sin regadíos.

Ese fenómeno amenaza de manera directa el derecho a la alimentación de la población rural, sentenció.

La combinación entre degradación ambiental, urbanización y adquisición de tierras en gran escala por parte de inversionistas extranjeros conforman un cóctel explosivo, advirtió.

sábado, 23 de octubre de 2010

Ediciones limitadas de whiskeys de lujo

Los mejores whiskey bars en el mundo.
Conoce aquellos lugares que giran en torno al mundo de la sofisticada bebida, donde podrás disfrutar sus mejores y más elegantes variedades.

Todo mundo ha bebido whiskey y su presencia se extiende al ámbito cultural del cine, televisión y libros. Es untrago elegante, varonil y sofisticado. En cualquier buen bar siempre habrá al menos una o dos marcas respetables; sin embargo, para los más fanáticos existen lugares totalmente adecuados al mundo del whiskey donde es posible disfrutar las mejores y más exquisitas variedades.

Conócelos:

· Angel's Share
Si quieres tranquilidad además de cócteles magníficamente mezclados y, por supuesto, whiskey, no busques más.

En Angel's Share de Nueva York se oculta un restaurante japonés. El requisito es que todos los comensales estén sentados, hablen bajo y se agrupen en un máximo de cuatro personas. Mirar por sus grandes ventanales una nevada noche mientras bebes un whiskey escocés no tiene precio.

6 San Stuyvesant, 2 ° piso, Nueva York, NY 10003

· Saint Andrew’s Bar
En este bar existen 183 whiskeys y es uno de esos locales en que se estila la relación de 60 % de espirituosos por 40% de cervezas.

Todos los meses se elige el malta del mes. Asimismo el bar organiza torneos de golf y veladas de música folk.

Se halla en plena zona industrial de la escocesa Coatbridge. El ambiente es relajante, agradable y muy acogedor. El dueño, Lenni Maguire, es un ex trabajador de la Aberlour, Edradour y Pernod, lo que lo convierte en un auténtico entendido en la materia.

· The Bow Bar
El Bow Bar es paso obligado para quienes visitan Edimburgo. Especialistas en whisky, cuentan con casi 200 variedades de este alcohol.

En el lugar- que fue una antigua iglesia- se respira un clima amable y cordial. Los precios son súper asequibles y el personal tiene gran voluntad al momento de ayudarte a escoger cuál es el whiskey que mejor se ajusta a tu paladar.

The Bow Bar: 80 West Bow, Edimburgo.

· Puck Fair
Puck Fair es el nombre de una de las fiestas más antiguas y clásicas de Irlanda. También se conoce como el festival de la cabra, pues el centro de la fiesta es una cabra que se corona. La misma permanece en una alta torre en el medio de la calle principal del pueblo para que todos puedan verla.

La feria Puck dura unos tres días, tiempo suficiente para experimentar una de las fiestas no religiosa que se encuentra entre las más antiguas del mundo. Se cree que la celebración se realiza desde el año 1610, aunque poco hay de certero en los datos.

Puck Fair es también el nombre de un famoso whiskey bar en Nueva York que ofrece más de 20 sabores de maltas y 15 whiskeys irlandeses, además de una diversa selección internacional de cervezas.

Conócelo en su sitio oficial.

· Albannach
Albannach, uno de los mejores bares escoceses contemporáneos de Londres, está situado en el corazón de la capital en Trafalgar Square.

Aquí se sirve una lista de 140 whiskeys fuertes así como buenos vinos, champaña y cócteles en un contexto sorprendente, por lo que su barra deleita a turistas durante todo el año.

66 Trafalgar Square, Trafalgar Square, Londres. Este es su sitio oficial.

· Café de los Incas
Este lugar es otro de los bares especializados en whiskey y está en Buenos Aires, Argentina. Tiene todas las características inglesas, tanto en su infraestructura como en su ambiente.

Se trata de un espacio muy pequeño y cálido, cuyo dueño ha viajado por muchos lugares del mundo adquiriendo cada vez mayor conocimiento sobre el whiskey. De hecho, tiene variedades de más de 30 países.

El bar de los incas se encuentra en el barrio de Villa Urquiza, justamente sobre la calle Avenida de los Incas al 3909. No dejes de visitarlo cuando pises el país gaucho.

· Whiski Bar and Restaurant
Whiski Bar y Restaurante es uno de los lugares premiere de Escocia. Situado a medio camino de la famosa Royal Mile (High Street), en este recinto, lleno de carácter y de brillantes atmósferas, encontrarás los mejores whiskys y la mejor comida.

El lugar se une a todas las celebraciones de Escocia. Como si fuera poco dispone de muchas variedades de cerveza escocesa, productos de sidra y vino. El menú utiliza los mejores productos locales.

Ubicado a 10 minutos a pie del castillo de Edimburgo por la Royal Mile podrás encontrar este lugar.

Carne roja y riesgo de cáncer

Con el título Red meat consumption a risk factor in cancer? (¿Consumo de carne roja un factor de riesgo asociado al cáncer?Food Navigator Europe se hace eco de un estudio llevado a cabo por investigadores a través de una amplia muestra según el cual el consumo de carne durante un largo período de tiempo podría incrementar el riesgo de desarrollar cáncer de colon (colorectal cancer). El estudio completo ha sido publicado en el número más reciente de la revista Journal of the American Medical Association.

Aunque el consumo de carne ya había sido asociado con el cáncer de colon en estudios anteriores, según los autores del estudio ligados a la American Cancer Society, esta asociación no era consistente en relación con la relevancia de tal asociación y los tipos de carnes relacionadas. En el estudio llevado a cabo se le siguió la pista a cerca de 150.000 ciudadanos estadounidenses de edades comprendidas entre 50 y 74 años para clarificar el papel del consumo de carne y cualquier desarrollo subsiguiente de cáncer colorectal.

El escalón más alto de consumidores tanto en 1982 como en 1992/93 tenían un 50% de riesgo más alto de contraer un cáncer de colon descendente (distal colon cáncer, una sección del colon cerca del recto) asociado con el consumo de carne procesada (embutidos y transformados de la carne).

Los participantes ofrecieron información sobre su consumo de carne en 1982 y de nuevo en 1992/1993. Aquellos que consumían una relación más alta entre carne roja en relación con el consumo de aves y pescado tenían un 53% de mayor riesgo de cáncer colorectal comparado con aquellas personas en los escalones más bajos de consumo en ambos periodos de tiempo.

El artículo recuerda que una investigación publicada en diciembre del año pasado encontró que un alto consumo de carne roja podría ser un nuevo factor de riesgo para desarrollar una artritis inflamatoria o podría aumentar el riesgo en personas cuyo estilo de vida les hacía estar en grupos de alto riesgo... También señala que la investigación a la que hacemos referencia llega a Europa cuando las ventas de carne de vacuno están remontaron el golpe que produjo la enfermedad de las vacas locas en los ochenta.

LA NUEVA GASTRONOMIA

Algún medio de comunicación ha señalado que "la técnica" marca la nueva gastronomía, haciéndose eco de la participación de los grandes maestros de la cocina actual en la III Cumbre Internacional de Gastronomía Madrid Fusión

Ferrán Adriá, Juan Mari Arzak y Martín Berasategui-, el francés Pierre Gaganaire y el brasileño Alex Atala, entre otros, definen una avanzada -y a veces sofisticada- técnica que es la clave de los platos y creaciones que diseñan. No obstante, los propios maestros de esta nueva filosofía gastronómica se apresuraron en señalar que, por encima de todo, sólo está el sabor. Y esto es un aviso a navegantes e imitadores. La creatividad está bien, pero la sentencia final la dicta el cliente.

Ferrá Adriá ofreció ya una clase magistral en 'Madrid Fusión', preámbulo de su Cátedra universitaria de gastronomía. Y ahí tienen ustedes su laboratorio empleando nitrógeno líquido para elaborar un 'Teppan Nitro', es decir, blines crujientes y melosos de chirimoya hechos en una plancha de frío. Arzak no se queda atrás en la técnica y con su CO2 preparar batidos de fresa. No digamos ya la avanzada nanotecnología culinaria de Gagnaire que gracias a sus conocimientos de la cocina molecular consigue elaborar "mantequilla de avellana". ¡Menudas recetas!

Gastronomía española


En España la gastronomía se escribe con mayúsculas. En muy pocos años se ha empezado a hablar en todo el mundo de la gastronomía española, situándose por encima de la francesa, entre algunos círculos de expertos que ven en nuestra cocina, creatividad, capacidad de innovar, diversidad y fuerza, frente a un cierto estancamiento y vivir de las rentas de nuestros prestigiosos vecinos.

En España cabe hablar de diferentes escuelas de gastronomía tanto por regiones como por los maestros que las lideran. Desde un Arzak que nos introducía hace décadas la "nueva cocina" desde la fuerza y solidez de los fogones de la cocina vasca hasta la era adrià con la personalidad propia y liderazgo mundial de Ferrán Adrià. Hoy este maestro lidera una escuela en la que su autoridad le permite fijar los cursos y orientaciones de los avances gastronómicos de muchas regiones españolas. Y al hablar de escuela, también hay que referirse a las regiones españolas: gastronomía vasca, catalana, de castilla - la mancha, navarra, aragonesa, andaluza, asturiana, extremeña, murciana, valenciana, canaria, gallega o galega de Galicia, de Madrid, Barcelona... Una diversidad de productos de culturas, climas, historia, cultivos diferentes que evoluciona de forma innovadora y creativa.

Precisamente la historia de la gastronomía española es la historia de un continuo intercambio de culturas entre las propias regiones que conforman la península ibérica y un rico legado de relación histórica con el resto del mundo. Durante más de cuatrocientos años España mantuvo una relación privilegiada con el "nuevo mundo". La riqueza y originalidad de lo que hoy percibimos como gastronomía mexicana, argentina, chilena, peruana, colombiana, venezolana, ecuatoriana, cubana... fue producto de un intercambio en la que España fue la más beneficiada. Pueblos precolombinos cultos que atesoraban joyas gastronómicas como el cacao, la patata, el café... introducidos por España en el resto del continente europeo.

Pero la historia de la gastronomía española es también la historia de la recepción de un legado realmente muy valioso, singular y único en el contexto europeo: la gastronomía árabe, tan extendida en nuestros originales y ricos postres y que convivió con nosotros por ochocientos años.

Algunos estarán pensando que la italiana con mucho menos legado está más extendida en el mundo a base de pastas y pizzas. O que la variedad y entidad de la gastronomía china no deja sombra para otra. Sin duda, el panorama de la gastronomía internacional deja pocos huecos.

Pero al igual que es la hora de los vinos españoles que triunfan en el mundo, o de un Ferrán Adrià que secuestra las portadas de los diarios más influyentes del planeta, hay una puerta para nuestra cocina que se abre con fuerza y que cuanto más se conoce, más se admira.

Es una pena que España no lidere en las universidades la gastronomía en sus aspectos culturales, científicos y tecnológicos. La creación de institutos de gastronomía, o la carrera de gastronomía debería asomarse sin complejos más allá de rápidas incursiones en las Escuelas o Facultades de Turismo. Sería una forma de extender todo su potencial y ganar un merecido peso dentro de la panorama internacional. Hoy los avances tecnológicos hacen que el vino sea estudiado e investigado con gran éxito en algunas universidades españolas (Tarragona, Rioja, entre otras), la gastronomía debería seguir sus pasos. En América Latina, abundan las escuelas de gastronomía (México) o un prototipo de instituto superior (Argentina) que siguen la tradición de la gastronomía de países como Francia.

martes, 19 de octubre de 2010

Ruta de los Vinos de Alsacia y Ruta del Champagne

A 150 km al este de París, en un paisaje con un suave relieve, se extiende la burbujeante región de Champagne que ha dado su nombre a un vino excepcional. A las puertas de Estrasburgo, las vides de Alsacia responden a los hermosos nombres de Riesling, Gewurztraminer, Tokay Pinot gris... No hay nada más agradable que recorrer en coche estas dos regiones vinícolas situadas en el cuadrante noreste de Francia. Descubrirá de paso unas ciudades con carácter y algunos de los mejores vinos franceses.

Primera etapa destacada, Epernay, capital incontestable del champagne y lugar obligado para visitar una bodega. Durante un apasionante viaje bajo tierra, recorrerá una ínfima parte del centenar de kilómetros de galerías cavadas en el suelo gredoso donde están almacenadas miles de botellas de eminentes bodegas de champagne, Moët et Chandon, De Castellane... No deje de desviarse para visitar Hautvilliers, un pueblo pintoresco donde podrá ver la abadía donde Dom Pérignon inventó en el siglo XVII el burbujeo inimitable del champagne.

Segunda etapa, digna de reyes esta vez: Reims. Desde el bautizo de Clovis en el siglo V, todos los reyes de Francia fueron coronados en esta ciudad que cuenta con cuatro magníficos monumentos declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad, entre ellos una catedral gótica de enorme belleza. Aquí también, se impone una visita a las bodegas de las prestigiosas marcas Pommery, Veuve Cliquot o Ruinart. Aproveche asimismo para recorrer una de las numerosas rutas turísticas del champagne.

Al sur, Troyes es la otra capital del champagne, con hermosas casas con entramado de madera que se remontan a la Edad Media. Una encantadora Ruta del Champagne recorre la Côte de Bar donde podrá apreciar la hospitalidad de los viticultores del Aube, con una copa de champagne en la mano… En un circuito señalizado de 220 km podrá detenerse en cualquiera de las 26 bodegas con el distintivo “Point Accueil” (Punto de Bienvenida), donde a menudo le recibirán los propios viticultores, le hablarán con pasión de la elaboración del champagne, le revelarán los secretos de esta bebida prestigiosa e inimitable y se la harán probar encantados.

Tras Chaumont, Vesoul y Belfort, llegará por fin a Colmar. La ciudad de los vinos de Alsacia alberga un patrimonio excepcional. Resulta muy agradable pasearse por la ciudadela medieval, a lo largo de canales llenos de flores y visitar el Museo Unterlinden que cuenta con tesoros de pintura gótica. Colmar es también una etapa gastronómica muy recomendada para probar las especialidades alsacianas: choucroute, foie gras, baeckeofe, gallo al riesling... Remontando hacia el norte la Ruta de los Vinos de Alsacia, antes de llegar a Estrasburgo descubrirá pueblos alsacianos típicos, como Sigolsheim, Kaysersberg, Riquewihr, Ribeauvillé, Obernai, Molsheim... Todas ellas son localidades llenas de encanto que cuentan con de “winstubs” (bares de vinos), casas con entramado de madera y senderos que se adentran en los viñedos, en las laderas de las colinas.


Aprendamos de la gastronomía en Francia


La gastronomía es, en efecto, una de las mayores bazas de Francia en el mundo. Exquisiteces como el foie, las quiches, los crêpes o el camembert son productos franceses que se han extendido por todo el mundo.

ALSACIA - LORENA

Alsacia y Lorena poseen platos característicos, testimonio de una tradición de festines y banquetes.
Estas dos regiones poseen una gastronomía muy diversificada ejemplos muy conocidos son la "Choucroute" (col, patatas, beicon) y la "Quiche Lorraine" (tarta de queso, beicon y jamón).
En lo que concierne a los platos dulces, abundan las tartas de manzana, de ciruela y arándanos, la "Brioche" alsaciana y el "Kougelhopf" (bizcocho alsaciano en forma de corona).

AQUITANIA

Del Béarn al País Vasco, de las Landas a Burdeos, Aquitania es una auténtica fiesta de la mesa, orgullosa de sus tradiciones y de los productos de su tierra. El sabor es el rey de un arte de vivir. El "foie gras", el magret de pato, el entrecôte a la bordelesa, la "garbure" (sopa espesa de col), la pularda Enrique IV (la historia cuenta que este monarca quería que todos los franceses comieran este plato todos los domingos), el jamón de Bayona y el caviar (huevos de esturión) de Gironde son productos característicos de una de las mejores cocinas de Francia, sin olvidar los vinos de Burdeos o Bergerac, vinos con Denominación de Origen de gran calidad. Sus maravillosos numerosos licores de nuez, de enebro, de ciruela, de frambuesas acompañan sus postres.
En el Périgord se cultivan los productos más variados. Tres de ellos son los símbolos de esta región: las nueces, las fresas y el tabaco.

AUVERNIA

Esta región es conocida sobre todo por sus abundantes recetas hogareñas, su charcutería y sus quesos: Saint Nectaire, Fourme d'Ambert, Bleu d'Auvergne. Sin embargo, con la colaboración de algunos cocineros, sus recetas se han convertido en platos más refinados, demostrando que se puede añadir creatividad a la tradición.
Entre los más conocidos se pueden encontrar "la potée" (cerdo, zanahorias, patatas,col, cebolla), el gallo al vino y los "tripoux" ( ternera, beicon, cebolla, vino).
No hay que olvidar su repostería: los "millards" (pastel de cerezas), los "pompes" ( pasteles de manzanas), la "fouasse" (bollo de leche), los "cornets" de Murat (postre con nata), las tartas de nata, y los dulces de frutas.

BRETAÑA

Si eres amante del mar, Bretaña es tu destino. Degustarás las mejores ostras y mariscos, así como la cotriade (sopa de pescado) y de postre las famosas crêpes aunque no dejes de comer también las galettes, las famosas crêpes saladas y el pastel llamado "far".

BORGOÑA

La reputación de Borgoña viene de lejos: sus vinos y su gastronomía datan de la época galo-romana. Prueba de ello son las insignias culinarias conservadas en el Museo Arqueológico de Dijon.
Entre las famosas recetas borgoñonas destacan los caracoles, la ternera borgoñona y el asado de ternera.
Además también se asocia Borgoña con la mostaza de Dijon, fuerte o aromatizada, para acompañar numerosos platos.

VALLE DEL LOIRA

La región del Berry ofrece productos típicos: lentejas verdes, el queso de cabra "crotin de Chavignol" o "la mique" (sopa de verduras con cerdo). La "Tarte Tatin", una tarta cocida al revés y caramelizada, que se encuentra en toda Francia y que lleva el nombre de sus creadoras: las hermanas Caroline et Stéphaine, hoteleras del pueblo de Lamotte-Beuvron. Preparando una tarta de manzanas esta se cayó y la pusieron de nuevo en el molde pero al revés.

CHAMPAGNE-ARDENNE

Para los amantes de la caza, la región de Champagne-Ardenne es famosa por sus especialidades. Tampoco hay que olvidar "l'andouillette" de Troyes, especialidad típica de la ciudad, el jamón de las Ardennes, y los bizcochos de Reims. No se puede pasar por esta región sin degustar la bebida que la ha hecho mundialmente famosa: el Champagne y sus burbujas frescas, elegantes y mágicas. La otra joya de Champagne-Ardenne es su diamante gris: la trufa.

CÓRCEGA

El menú tradicional estaría compuesto de embutidos, pescados y mariscos, y como postre un "brocain" (dulce con leche de oveja o cabra). Otros productos típicos son la harina de castañas, la miel, o le Cédrat (un cítrico) o el licor de mirto (hecho con frutos o flores).

LANGUEDOC-ROUSSILLON

La cocina de Languedoc está aderezada con aceite de oliva y hierbas aromáticas (tomillo, romero, enebro...) que perfuman sus platos de caracoles de caza, o de ave acompañados de sabrosas verduras: berenjenas, tomates, calabacines, pimientos.
Los platos del mar merecen una mención especial: ostras y mejillones de Bouzigues, "bourride sétoise" (plato de pejesapo), "tielles" de pulpo (masa de pan, pulpo, tomates, cebollas, especias), y "brandade" de Nîmes (bacalao picado con aceite de oliva, leche y ajo).
Como postre, no se podrá resistir a una "crème brulée", riquísimas natillas.

MIDI-PYRÉNÉES

En Toulouse, el plato más importante es sin duda el "Cassoulet" (compuesto de judías, pierna de cordero, tocino...)
La oca y el pato se degustan en "foie gras" o "confit". Entre les especialidades de Toulouse se encuentran el pato "à l'albigeoise" y el espárrago del Tarnais.
En la montaña, las tierras del Aveyron y de los Pirineos ofrecen también una gastronomía de carácter con los "tripoux de Naucelles" (vino blanco, jamón y ajo), la charcutería de Entraygues o el "alicuit".
En lo que concierne los quesos, la región de Aubrac nos da el incomparable "Laguiole" con gruesa corteza (la que se suele incorporar en el puré de patatas con ajo para hacer el "aligot") y Millau nos ofrece el Roquefort.
El vino ocupa un papel importante en estas regiones. En efecto, los vinos de Cahors y Bergerac, ya famosos en la época romana ofrecen vinos con Denominación de Origen de gran calidad.

NORD PAS-DE-CALAIS - PICARDIE

En el Norte saben apreciar los méritos de una mesa generosa para ofrecer una gran variedad de platos ricos y sabrosos.
La cocina flamenca ofrece numerosas sopas como la sopa de pescado del "Touquet". Como entradas figura el "Potjevleesch" (terrina de ternera, cerdo, conejo y pollo), la "flamiche aux maroilles" (tarta de puerros) o "l'andouille" (especie de embutido). Entre los platos principales se encuentran el conejo con ciruelas, le "hochepot" (potaje de ternera, de cordero, de tocino y verduras), la "ficelle" picarda (crêpe de jamón con salsa "bechamel" y champiñones), platos típicos compuestos de pato, conejo, anguila y lucio.

NORMANDÍA

Esta región posee muchos tesoros gastronómicos: quesos como "le Pont l'Evêque" o "le Livarot", el caramelo de Isigny, licores como el "Calvados" y la sidra, o las manzanas con las cuales se hace el famoso "Trou normand" (licor, manzanas, menta, sal y agua helada) que se bebe durante la comida para facilitar la digestión.

PAYS DE LA LOIRA

Aquí se puede degustar ostras y mariscos, las famosas "rillettes" (paté casero) acompañadas de un buen vino de la región Anjou, y por fin el postre: "brioche vendéenne", un típico pastel.

POITOU-CHARENTES

La gastronomía del Poitou y de la Charente tiene como protagonistas los sabores del mar.
El menú típico podría ser: une docena de ostras de Marennes-Oléron con pan de centeno untado de mantequilla d'Echiré, después una tortilla de caracoles ("cagouilles"), una pieza de cordero y por fin un poco de queso "cabichou".

PROVENZA-ALPES-COSTA AZUL

En los mercados provenzales se pueden adquirir todos los productos de la región: aceite de oliva, hierbas de Provenza, higos, fresas de Carpentras, melones de Cavaillon, quesos de cabra, pescados. Se degustan también algunas especialidades deliciosas: la famosa "bouillabaisse" en la ciudad de Marsella (sopa de pescado), "l'aïoli" (mayonesa con aceite de oliva y ajo), la "tapenade" (puré de aceitunas negras mezclado con alcaparras, anchoas y atún) o "la ratatouille" (con verduras), todo acompañado con un vino de Côtes de Provence.
Las especialidades de Niza son "la pissaladière" (tarta de cebolla con salsa gruesa de anchoas y aceitunas negras), la ensalada niçoise (tomates, alcachofas, pimientos, huevos duros, aceitunas negras, aceite de oliva), "le pistou" (sopa de verduras sazonada con albahaca, ajo, tomate, aceite de oliva).
Además no hay que olvidar degustar los "Calissons", dulces de la ciudad de Aix-en-provence.

RHÔNE-ALPES

El Valle del Rhône es una región esencial en la gastronomía francesa. De las aves de Bresse a la sopa de trufas, sin olvidar las fondues, raclettes, el gratin dauphinois (mezcla de patatas, huevos y leche), platos para degustar en un chalet de madera con ambiente de montaña, la riqueza de las producciones naturales genera una gran variedad de platos a las cuales ricos viñedos traen su generosa ayuda.
Entre las especialidades de Lyon: la croqueta de lucio quemada al horno con mantequilla, el salchichón de Lyón, la salchicha caliente con almendras y pistachos, el pollo con nata, las galletas "pérougiennes" y los "bugnes".
Los postres más famosos son el Nougat de Montelimar (azúcar, miel, huevos, vainilla y almendras) y los "Marrons glacés".

Los mejores vinos de esta región son los "Beaujolais" y "Côtes du Rhône".Francia, cuna de la buena mesa y de los más renombrados “chefs”. Podríamos incluso afirmar que la gastronomía francesa forma parte del patrimonio nacional. Cada región ofrece su especialidad, cocina casera o vanguardista, ligera o muy tradicional, con aceite de oliva de Provenza o con nata de Normandía, lo que es seguro es que no defraudará el paladar.

En cualquier región, Francia tiene mucho que ofrecer...


Las setas del otoño


No existe ninguna receta secreta para cocinar bien las setas ni mucho menos algun truco que demuestre que son altamente perjudiciales para la salud y, algunas mortales...


Pero si aprender que las que están en los mercados, las que se ofrecen en el campo por los buscadores especializados, las que están en potes de conserva, las congeladas y las secas embolsadas ya son suficiente garantía para poderlas preparar y degustar en su suculencia, aroma y textura.

No es extrañar que el falso moixernó (senderuela carereta gall) acompaña a una carne hecha en fricandó con el sustento de un buen sofrito, agua y la picada (mezcla de frutos secos, carquinyoli,pan, ajos etc) base de la cocina catalana. Que aprovecha una parte menos noble del animal añojo y la enternece y perfuma convirtiendo en un manjar lo que sería un desatre sólo frito o a la plancha.
Setas, hongos y maridajes con vinos excelentes son los que cada año la casa Torres ofrece en el Bregada a todos los especialistas escritores de cocina. Es una gran fiesta ya que poco a poco se va introduciendo la micología en nuestro país. Los vascos y catalanas estimamos mucho este producto natural de los bosques. Somos micófagos. El champiñón es universal pero la llanega (mucosa) ya es mas difícil de encontrar entusiastas de la misma .

Existen algunas clases o especimenes que se pueden cultivar en grandes cantidades pero son de otra categoría que sirven mas bien para. Adulterar las guarniciones o acrecentar el volumen de las verduras a la brasa (setas de cardo gírgoles).

No siempre han de ser las colmenillas, las trufas, los ceps, ous de reig, carlets y patas de cabra que nos seduzcan. Con más de un centenar comestibles ya nos conformamos y que duren por los siglos de los siglos. Amén.

Santi Santamaria Chefs

La cena benéfica se enmarca en el American Wine & Food Festival , el evento gastronómico más importante de los EEUU. Organizado por Wolfgang Puck, el evento congrega unas 3.000 personas con el fin de recaudar fondos para el programa Meals on Wheels. En esta 28 edición, Santamaria y cinco cocineros más de renombre internacional confeccionarán un menú compuesto por seis platos


El reconocido chef, Santi Santamaria, fue el único cocinero español que participaró en el Annual Chefs Grand Tasting Dinner del restaurante Spago, en Beverly Hills, el pasado domingo 26 de septiembre. Se trata de la cena benéfica que cada año organiza el cocinero de origen austríaco Wolfgang Puck, propietario de la emblemática cadena; y conocido como el “chef de las celebrities” por encargarse de la cena de gala posterior a la entrega de los Oscar y por los múltiples famosos y VIPS que frecuentan sus establecimientos.

Un reconocimiento que le garantiza la asistencia de multitud de famosos a su gala benéfica, en la cual se recaudan fondos para el programa Meals on Wheels de los Ángeles. Este año, Puck propuso un menú de seis platos para sus comensales, cada uno de los cuales estaba elaborado por chefs de renombre internacional como Santi Santamaria (Can Fabes), quien deleitó a los asistentes con un cordero con hierbas del Montseny; Dominique Ansel (Daniel); Paul Barlotta (Barlotta Ristorante di Mare); Nobu Matsuhisa (Matsuhisa); Charlie Palmer (Aureole) y Michael White (Marea).

La cena del domingo se enmarca en el evento culinario más importante de EEUU el American Wine & Food Festival, que este año celebró su 28 edición. Se trata de un exclusivo evento que empezó el sábado con una fiesta en los estudios Universal. Allí se congregaron un total de 2.700 invitados relacionados con el vino y la gastronomía, entre los cuales, los chefs más top del panorama internacional.

Ambos actos, tanto la fiesta del sábado como la cena del domingo, servieron, un año más, para recaudar fondos que se destinarán al programa Meels on Wheels de Los Ángeles que reparte alimentos a personas mayores, enfermos y discapacitados en sus hogares. Una iniciativa que, desde su nacimiento en 1982, ha conseguido recaudar más de 15 millones de dólares.

Sobre Santi Santamaria

En 1981 inauguró el restaurante El Racó de Can Fabes en Sant Celoni (Barcelona) junto a su esposa, Àngels Serra. Desde entonces tienen en su haber 8 restaurantes y no ha dejado de acumular reconocimientos por su trayectoria como cocinero.

Destacan las 3 estrellas Michelin del citado restaurante, las 2 que ostenta el Sant Celoni (Madrid), una en el restaurante Evo (Barcelona) y otra en el Tierra (Toledo). Se trata del máximo número de estrellas otorgado nunca a un cocinero español. Además, El Racó de Can Fabes fue considerado el mejor restaurante de España en el año 2000.

Fuera de España, Santi Santamaria dispone de restaurantes en Dubai, el Ossiano en el hotel Atlantis the Palm y, el más reciente en Singapur, en el Marina Bay Sands. Autor de más de una decena de libros gastronómicos, desde el año 1991 es miembro del grupo Relais & Châteaux, en calidad de Relais Gourmand.

Sobre Wolfgang Puck

Este chef, famoso entre las celebridades, nació en el poblado de San Veit, Austria, el 8 de enero de 1949, y allí cursó sus primeros estudios de cocina, para luego trasladarse a Francia y Estados Unidos, donde se convirtió en el jefe de cocina de Maison Ma.

En 1982 abrió su primer restaurante Spago donde Puck empezó a erigirse como el “rey de la fusión”, en un principio, entre elementos franceses y californianos. Ubicada en una zona privilegiada de Hollywood, Spago se convirtió rápidamente en punto de encuentro de actores, cantantes, políticos, entre otros VIP.

Puck aprovechó el impulso para abrir Spago en cuatro ciudades más: Las Vegas, Beverly Hills, Palo Alto en la Bahía de San Francisco y Chicago. Pero no todo es negocios en la vida del famoso cocinero austríaco-americano. Con el fin de apoyar el programa Meals on Wheels, Puck creó su propia fundación para recaudar los fondos para dicha institución. Esta iniciativa le ha valido varios premios y reconocimientos nacionales.

Historia del Queso




Aunque el verdadero origen

del queso es desconocido, su existencia se menciona ya en los tiempos bíblicos, cuando se consumía en forma de "tajadas de leche" y, como requesón, en la época de Homero.

En la mayoría de las lenguas, la palabra queso deriva de la palabra caseína, del latín "caseus", cuyo significado origina carere suerum (que carece de suero raíz), y que le da el nombre al español queso, al portugués queijo, al inglés cheese, al holandés kass, al alemán kasse, etc.

Los términos en francés fromage y en italiano formaggio, se cree que derivan del griego "formos", que era la canasta de mimbre donde se le quitaba el suero a la cuajada.

Si bien es cierto que han transcurrido muchos siglos de

elaboración

artesanal de quesos hasta la moderna producción industrial, lo que no ha cambiado es el proceso básico de su elaboración: la leche, dejada durante cierto tiempo al aire libre, es contaminada por vías naturales, se coagula y fermenta. Las múltiples variedades de quesos con que se cuenta hoy se consiguen no sólo utilizando, como antaño, diferentes clases de leche -por ejemplo, de vaca, de oveja o de cabra y combinaciones de éstas- sino también manipulando la acción de los microbios con mayor conocimiento y precisión que antiguamente.

Pero también hay quesos que no se obtienen por fermentación sino por el simple sistema de prensado para extraerles el suero que contienen. Estos quesos son de bajo contenido graso y los únicos que tienen vitamina C.El

valor nutritivo

de los quesos es incuestionable, pero se tiene hoy mayor conciencia de sus componentes y, en consecuencia, de los tipos y cantidades que conviene consumir para obtener una dieta sana y equilibrada. La cantidad de grasas varía según el tipo de leche con que haya sido elaborado, si se trata de leche entera o de leche parcial o completamente descremada. Tampoco es alto el contenido de proteínas, pero sí lo es el de calorías, por lo cual su consumo suele excluirse de los regímenes de adelgazamiento y de las dietas especiales para combatir la obesidad. Otros componentes de los quesos son el calcio y el fósforo, en diferentes proporciones, nutrientes apreciados para el buen funcionamiento orgánico.


HISTORIA DEL VINO


El vino tiene una larga historia y cada botella puede tener la suya, lo que contribuye muchísimo a la fascinación que ejerce esta bebida. Pero su papel en la historia de nuestra cultura es incluso más amplio y más profundo. El vino es una de las primeras creaciones de la humanidad y ha ocupado una plaza privilegiada en numerosas civilizaciones. Por otra parte, representa toda una serie de descubrimientos relacionados con las primeras reacciones químicas efectuadas por el hombre: la fermentación y la oxidación.

Es imposible saber quién fue el primer viticultor. Las grandes civilizaciones de la Grecia y de la Roma antiguas situaban el origen del vino en la prehistoria y rodeaban su nacimiento de leyendas. El antiguo Egipto nos ha dejado listas de vinos: los egipcios mencionaban incluso la añada, el viñedo y el nombre del vinificador en sus jarras: fueron las primeras etiquetas. Los babilonios llegaron a promulgar leyes reglamentando la explotación de una tienda de vinos.

En la Epopeya de Gilgamesh, la primera obra de ficción de la literatura universal, datada hacia el año 1800 a. de C., se habla en términos poéticos de un viñedo mágico formado por piedras preciosas. Es posible hacer vino incluso con uvas silvestres. Gracias a los azúcares concentrados en los granos y a la abundancia de su jugo, la uva es el único fruto con una tendencia natural a fermentar. De este modo, cuando la uva está madura, su jugo entra en contacto con las levaduras, presentes naturalmente en la piel de las bayas. Si el jugo se encuentra en un recipiente, el vino se hará solo.

Es posible imaginarse a un hombre de la Edad de Piedra depositando unos racimos maduros en algún tipo de recipiente pote de arcilla, bol de madera u odre de piel y dejándolos fermentar, quizá por haberse olvidado de ellos.

Cuando hace calor, es cuestión de horas. Después de unos días, el líquido obtenido será una especie de vino. ¿Quién fue el primero que bebió ese zumo excitante y delicioso? No lo sabremos jamás, pero él o ella vivió posiblemente la experiencia de la primera "resaca". Elemento festivo o de ceremonia religiosa, medicamento o antiséptico, el vino ha desempeñado numerosos papeles. Pero uno de los acontecimientos cruciales de su historia se remonta a fechas relativamente recientes: el dominio del arte de la crianza. El hecho de poder guardar un vino durante años y conseguir mejorarlo en barricas o en botellas marca el nacimiento del vino de calidad.


El primer viñedo


Es probable que se produjeran vinificaciones accidentales en todas partes donde hubiese a la vez uvas en estado silvestre y población humana. Un paso muy considerable fue franqueado con el cultivo de la vid. Los arqueólogos pueden determinar si las pepitas encontradas en yacimientos habitados provienen de uvas silvestres o cultivadas. Se han descubierto pepitas de vid cultivada en el Cáucaso, al este del mar Negro. Tienen una antigüedad de unos siete mil años. Así, puede decirse que el primer viñedo fue plantado con toda probabilidad entre los actuales territorios de Turquía, Georgia y Armenia. Sabemos que en esta región, cuyo clima y relieve son particularmente propicios al cultivo de la vid, crecía antaño en estado silvestre

Vino y religión

El aspecto esencial de este primer período de la historia del vino es que los griegos de la antigüedad y a continuación los romanos le reservaban un importante lugar en sus vidas. Por esta razón, y sobre todo por sus usos religiosos y rituales, el vino se convirtió en un elemento clave de la civilización occidental. Ya en tiempos de la antigua Grecia también los chinos conocían el vino, pero no lo explotaban de forma sistemática. El cultivo de la vid aparece igualmente en ciudades de Persia y de la India, aunque no deja en ellas huellas muy profundas. En cuanto a la América precolombina, sus culturas jamás descubrieron el vino pese a la presencia de vides silvestres y a la existencia de civilizaciones refinadas.
La práctica y las creencias cristianas descienden en línea recta de los rituales griegos y romanos. El empleo del vino en forma sacramental está ligado directamente con el judaísmo, pero las similitudes más fuertes aparecen en la comparación con el culto griego de Dioniso, dios del vino, y de Baco, su equivalente romano. Según la leyenda, Dionisio llevó el vino a Grecia desde Asia Menor, la actual Turquía. Hijo de Zeus, Dionisio tuvo un doble nacimiento, uno humano y otro divino "el mito es bastante oscuro, al menos para nosotros", y en el primero su madre era una simple mortal, Semele. Este dios era la vid y el vino era su sangre.

LOS DIOSES DEL VINO

Dioniso era el dios de la vid y del vino, aunque muchos otros, con leyendas análogas, aparecen en las más diversas civilizaciones con notable regularidad. Una inscripción del año 2700 a. de C. menciona a la diosa sumeria Gestín con el significativo nombre de (madre cepa). Otro dios sumerio se llamaba Pa gestíndug " buena cepa" y su esposa Nin kasi, que significa dama del fruto embriagador.

En Egipto, el dios del vino era Osiris, al que se evocaba como el vino "Lágrimas de Horus" o sudor de Ra" "dios del sol". Aunque, más tarde, Jesús dijo "yo soy la vid", el judaísmo no estableció ninguna relación entre Dios y el vino. Prohibía incluso las libaciones, ofrendas de vino a los dioses tan frecuentes en Babilonia, en Grecia y en otras religiones. El vino es importante en el ritual judío, pero su abuso está mal visto.

Cuando el cristianismo se convirtió en religión dominante, hizo desaparecer a Dioniso y a Baco. La desvergüenza que caracterizaba las bacanales fue considerada sacrílega por los primeros obispos, sobre todo porque en ellas participaban las mujeres.

Los romanos, cuya expansión coincidió con el declive de Grecia incorporaron los dioses griegos adaptándolos a sus características. Así, Dioniso se convirtió en Baco, nombre que ya recibía en las ciudades griegas de Lidia, en Asia Menor. De dios del vino, Baco se convirtió en salvador y su culto se extendió sobre todo entre las mujeres, los esclavos y los pobres, hasta el punto de que los emperadores intentaron prohibirlo sin dem siado éxito.

El cristianismo, cuyo desarrollo es indisociable del Imperio romano, asimiló numerosos símbolos y ritos báquicos, y atrajo, en los p meros tiempos, a las mismas categrías de fieles. La significación de la eucaristía es un tema demasiado complejo para ser evocado en pocas líneas. Digamos simplemente que el vino de la comunión era por lo menos tan necesario en una asamblea de cristianos como la presencia de un sacerdote. Gracias a este lugar vital que ocupaba en las prácticas religiosas, el vino subsistió incluso durante el sombrío período de las invasiones bárbaras que acompañaron la decadencia de Roma.

LAS REGIONES VITÍCOLAS DEL ANTIGÜEDAD MEDITERRÁNEA

Los egipcios, los sumerios y los romanos daban un nombre a sus viñedos y discutían para establecer cuáles eran los mejores vinos. El país que la Biblia llama Ganaán tal vez Fenicia o Siria era famoso por su vino. El vino de los lagares de Daha es tan abundante como el agua viva, escribió un cronista egipcio. Daha se encontraba en alguna parte del país de Canaán, donde los egipcios compraban madera para sus construcciones y, desde luego, vino. Según la Biblia, los hebreos habían traído de Ganaán un racimo de uvas tan grande que fueron necesarios dos hombres para transportarlo.

El Antiguo Testamento está lleno de referencias a viñedos. Los romanos dejaron esmeradas definiciones de los mejores vinos de Italia. En el más alto rango se situaba el de Falerno, localidad al sur de Roma, que estaba considerado como el mejor de la época, seguido de los vinos de Alba los montes Albanos de la actualidad. En Pompeya, gran puerto vitícola de la Italia romana, un comerciante en vinos se hizo tan rico que pudo mandar construir a su costa el teatro y el anfiteatro de la ciudad. Los romanos apreciaban también los vinos de España, de Grecia y en la época imperial los de la Galia, el Rin y el Danubio.

Los monjes y el vino


El vino estaba estrechamente relacionado con el estilo de vida mediterráneo. Al norte de los Alpes, las actividades sedentarias como el cultivo de la vid estaban en peligro frente a las oleadas de temibles invasores. Solamente la Iglesia, que necesitaba vino y era capaz de garantizar una continuidad de consumo, permitió la supervivencia de la viticultura. Cuando Europa consiguió salir de esos tiempos tempestuosos, los viñedos se encontraban precisamente alrededor de monasterios y catedrales.

Los monjes no se contentaron con hacer vino: lo mejoraron. En la Edad Media, los cistercienses de Borgoña fueron los primeros en estudiar el suelo de la Cóte d’Or, en transformar los viñedos seleccionando las mejores plantas, en experimentar con la poda y en elegir las parcelas no expuestas a las heladas, que eran las que daban las uvas más maduras. Rodearon sus mejores viñedos con muros: los dos que sobreviven, aunque sólo sea a través del nombre, son una prueba de la perspicacia de estos monjes viticultores. Los cistercienses de Kloster Eberbach hicieron lo mismo en el Rheingau. Todos sus esfuerzos tendían a producir un vino destinado no solamente a la misa, sino a la venta, ya que los monjes desempeñaron un papel esencial en el comercio de vinos durante la Edad Media.

El paulatino retorno a una cierta tranquilidad permitió la expansión de los viñedos y reanimó el comercio. El vino nunca había perdido completamente su valor de bien de cambio:

durante la alta Edad Media del siglo V al X aproximadamente, por los mares occidentales surcados de piratas, los navíos mercantes zarpaban discretamente de Burdeos o de la desembocadura del Rin rumbo a Gran Bretaña, Irlanda o más al norte todavía. Cualquier jefe bárbaro regaba sus fiestas convino; el ermitaño más aislado siempre lo necesitaba para la comunión.

Con esta resurrección del negocio aparecieron las grandes flotas del vino:

centenares de barcos iban hasta Londres o los puertos de la Hansa. Los ríos también se convirtieron en importantes rutas comerciales: las barricas repletas de vino eran pesadas y difíciles de mover, por lo que el transporte por barco resultaba el más indicado.

Para el hombre medieval, el vino o la cerveza no eran un lujo, eran una necesidad. Las ciudades ofrecían un agua impura y con frecuencia peligrosa. Al desempeñar el papel de antiséptico, el vino fue un elemento importante de la rudimentaria medicina de la época. Se mezclaba con el agua para hacerla bebible. Pocas veces se tomaba agua pura, al menos en las ciudades. El agua sola no es sana para un inglés, escribió en 1542 el erudito británico Andrew Boorde.

Grandes cantidades de vino circulaban en aquella época. En el siglo XIV las exportaciones de Burdeos hacia Inglaterra eran tan importantes que su media anual no fue superada hasta 1979. El rey Eduardo II de Inglaterra encargó el equivalente de más de un millón de botellas con ocasión de su boda con Isabel de Francia, en 1308. Bajo el reinado de Isabel 1, casi tres siglos después, los ingleses bebían más de cuarenta millones de botellas de vino por año para una población de poco más de seis millones de habitantes.


El aficionado al buen vino:


La demanda de vinos de consumo diario ocupó a los viticultores y bodegueros durante muchos siglos. Pero hacia finales del siglo XVII apareció en el mercado una nueva exigencia: se pedían vinos que procuraran una experiencia estética. Los romanos de la antigüedad ya habían buscado las mejores añadas del imperio, del mismo modo que los reyes y los abades de la Edad Media exigían también lo mejor. Pero la novedad, en Francia y naturalmente en Inglaterra, fue la emergencia de una nueva clase social con dinero y buen gusto que estaba dispuesta a pagar lo que fuera por un gran vino.

En Francia, los cortesanos de la Regencia "1715-1723" reclamaron y obtuvieron grandes cantidades de champágne de mejor calidad y más efervescente. En Inglaterra, durante la misma época, los grandes personajes del reino, encabezados por el primer ministro Robert Walpole, buscaban los mejores vinos tintos de Burdeos.

A esta generación debernos el concepto "de gran vino" tal como lo conocemos en la actualidad. Hasta entonces, el vino se bebía dentro del año de la cosecha; cuando se acercaba la nueva vendimia, el precio del vino (viejo) caía. En 1714, un comerciante parisino reclamaba a su corresponsal en Burdeos "buen vino, vino fino, viejo" negro y aterciopelado. Naturalmente ya se sabía criar y mejorar el vino. Comenzaba la era de los vinos de calidad.


Se atribuye generalmente a Arnaud de Pontac, presidente del parlamento de Burdeos hacia 1660, el mérito de haber inaugurado esta búsqueda de la calidad. Propietario del Cháteau Haut-Brion, se puso a producir un nuevo tipo de vino empleando métodos que más tarde serían corrientes: bajo rendimiento, selección esmerada, rigor en la vinificación y añejamiento en bodega. El objetivo era evidentemente crear una reputación que justificase un precio elevado.

En Londres, los vinos de Haut-Brion llegaban a triplicar el precio de otros buenos vinos. En una generación, otras denominaciones bordelesas con Latour, Lafite y Margaux a la cabeza se habían incorporado a esa corriente. Los refinamientos se sucedían: selección de las mejores variedades, drenaje de. los viñedos, precisión creciente en la crianza y en las operaciones realizadas en la bodega. Empezaron así a producirse vinos finos en grandes cantidades.

Francia tuvo que esperar la revolución industrial para que la producción de vino de mesa alcanzase un volumen equivalente. El desarrollo de las ciudades, en las que la población obrera no cesaba de crecer, fue el factor que multiplicó la demanda de vino barato. El ferrocarril permitió satisfacerla gracias a los amplios y soleados viñedos del Midi.

Las plagas de la vid


Precisamente en el Midi francés apareció por vez primera, en 1860, la más devastadora de las plagas de la vid: la filoxera, un pulgón del tamaño de una cabeza de alfiler que provocaba la muerte de la vid al nutrirse del jugo d sus raíces. Había llegado accidental mente de América del Norte cuando los barcos de vapor comenzaron

atravesar el océano lo bastante rápido como para que el parásito, presente en las plantas importadas, pudiese sobrevivir al viaje. Toda Europa se vio afectada: casi ninguna vid pudo escapar de la plaga. Al cabo de cuarenta años de estragos se encontró la solución: las vides injertadas en pies americanos eran inmunes. Pero la filoxera no fue el único problema: dos enfermedades, el oídio y el mildiu, atacaron las viñas europeas en la misma época. En muchas regiones de Europa, numerosos viñedos arrasados por la filoxera nunca se han vuelto a replantar.

El gran desarrollo del siglo XX


Es innegable que el mundo del vino tuvo que dedicar una buena parte del siglo XX a reponerse de la crisis atravesada en la segunda mitad del XIX. Después de la Primera Guerra Mundial, el consumo europeo alcanzó nuevos récords, pero el vino, procedente del Midi francés, de La Mancha o del norte de Africa, era mediocre. Incluso los grandes vinos de Burdeos, de Borgoña, del Riny del Mosela se vendían a bajo precio: sus consumidores, en otro tiempo prósperos, se habían visto afectados por las guerras y las crisis. Los viñedos más favorecidos fueron los del Nuevo Mundo: al oeste de Estados Unidos, en Australia, en Sudáfrica y en Nueva Zelanda, inmigrantes llegados de Europa plantaban en suelos vírgenes para aplacar la sed de otros colonos.

La búsqueda de autenticidad

Los esfuerzos llevados a cabo para superar las consecuencias de la filoxera y las crisis económicas incluyeron el desarrollo de la legislación vitícola. Se intentaba también combatir el fraude: vinos ordinarios etiquetados bajo grandes nombres, vinos adulterados, etc. De esta forma nació el sistema francés de denominaciones de origen (AOC) y las reglamentaciones que se han inspirado en él, aunque sea parcialmente, en casi todo el mundo.

Los tumultos protagonizados por los viticultores de Champagne en 1911, debidos a los bajos precios de sus vinos, constituyeron el episodio más señalado de una larga serie de protestas. Después de la Primera Guerra Mundial, el gobierno francés aprobó la mencionada AOC, que se convirtió a partir de ese momento en un sistema de garantía de autenticidad. Variedades, límites territoriales, métodos de poda: todo está reglamentado.

El descubrimiento del control


La ciencia empezó entonces a desempeñar un papel importante y se desarrollaron programas de investigación sobre la vid, la fermentación o la crianza en bodega. Con el conocimiento llegó el control: los rendimientos se hicieron mucho más previsibles y elevados. Paralelamente, el consumo de vino se convirtió en un fenómeno que se puso de moda en el mundo entero. Los viñedos famosos consiguieron estar a la altura de la demanda gracias a excelentes y abundantes vendimias la década de los 80 fue particularmente notable en este sentido. Por otra parte, los mejores vinos del Nuevo Mundo comenzaron a rivalizar en calidad con los mayores clásicos europeos. Para los productores, el fin del siglo XX marca un período de prosperidad; para los aficionados al vino, una edad de oro, con abundancia de buenos vinos a precios relativamente razonables. Las víctimas de esta evolución son sin duda los productores de vinos baratos.


Sin duda nuevos países productores van a acceder a un mercado en buena medida saturado. Las técnicas actuales permiten mejorar rápidamente los vinos de las regiones menos famosas, como lo demuestran los resultados de las inversiones realizadas en el Languedoc Rossellón. Para el consumidor, el porvenir inmediato promete vinos mejores y mayores cantidades. En cuanto a los productores, se verán enfrentados a un duro reto por la competencia internacional.



HISTORIA DEL VINO


El vino tiene una larga historia y cada botella puede tener la suya, lo que contribuye muchísimo a la fascinación que ejerce esta bebida. Pero su papel en la historia de nuestra cultura es incluso más amplio y más profundo. El vino es una de las primeras creaciones de la humanidad y ha ocupado una plaza privilegiada en numerosas civilizaciones. Por otra parte, representa toda una serie de descubrimientos relacionados con las primeras reacciones químicas efectuadas por el hombre: la fermentación y la oxidación.

Es imposible saber quién fue el primer viticultor. Las grandes civilizaciones de la Grecia y de la Roma antiguas situaban el origen del vino en la prehistoria y rodeaban su nacimiento de leyendas. El antiguo Egipto nos ha dejado listas de vinos: los egipcios mencionaban incluso la añada, el viñedo y el nombre del vinificador en sus jarras: fueron las primeras etiquetas. Los babilonios llegaron a promulgar leyes reglamentando la explotación de una tienda de vinos.
En la Epopeya de Gilgamesh, la primera obra de ficción de la literatura universal, datada hacia el año 1800 a. de C., se habla en términos poéticos de un viñedo mágico formado por piedras preciosas. Es posible hacer vino incluso con uvas silvestres. Gracias a los azúcares concentrados en los granos y a la abundancia de su jugo, la uva es el único fruto con una tendencia natural a fermentar. De este modo, cuando la uva está madura, su jugo entra en contacto con las levaduras, presentes naturalmente en la piel de las bayas. Si el jugo se encuentra en un recipiente, el vino se hará solo.


Es posible imaginarse a un hombre de la Edad de Piedra depositando unos racimos maduros en algún tipo de recipiente —pote de arcilla, bol de madera u odre de piel— y dejándolos fermentar, quizá por haberse olvidado de ellos.

Cuando hace calor, es cuestión de horas. Después de unos días, el líquido obtenido será una especie de vino. ¿Quién fue el primero que bebió ese zumo excitante y delicioso? No lo sabremos jamás, pero él —o ella— vivió posiblemente la experiencia de la primera «resaca». Elemento festivo o de ceremonia religiosa, medicamento o antiséptico, el vino ha desempeñado numerosos papeles. Pero uno de los acontecimientos cruciales de su historia se remonta a fechas relativamente recientes: el dominio del arte de la crianza. El hecho de poder guardar un vino durante años —y conseguir mejorarlo en barricas o en botellas— marca el nacimiento del vino de calidad.

El primer viñedo

Es probable que se produjeran vinificaciones accidentales en todas partes donde hubiese a la vez uvas en estado silvestre y población humana. Un paso muy considerable fue franqueado con el cultivo de la vid. Los arqueólogos pueden determinar si las pepitas encontradas en yacimientos habitados provienen de uvas silvestres o cultivadas. Se han descubierto pepitas de vid cultivada en el Cáucaso, al este del mar Negro. Tienen una antigüedad de unos siete mil años. Así, puede decirse que el primer viñedo fue plantado con toda probabilidad entre los actuales territorios de Turquía, Georgia y Armenia. Sabemos que en esta región, cuyo clima y relieve son particularmente propicios al cultivo de la vid, crecía antaño en estado silvestre.

Vino y religión

El aspecto esencial de este primer período de la historia del vino es que los griegos de la antigüedad —y a continuación los romanos— le reservaban un importante lugar en sus vidas. Por esta razón, y sobre todo por sus usos religiosos y rituales, el vino se convirtió en un elemento clave de la civilización occidental. Ya en tiempos de la antigua Grecia también los chinos conocían el vino, pero no lo explotaban de forma sistemática. El cultivo de la vid aparece igualmente en ciudades de Persia y de la India, aunque no deja en ellas huellas muy profundas. En cuanto a la América precolombina, sus culturas jamás descubrieron el vino pese a la presencia de vides silvestres y a la existencia de civilizaciones refinadas.

La práctica y las creencias cristianas descienden en línea recta de los rituales griegos y romanos. El empleo del vino en forma sacramental está ligado directamente con el judaísmo, pero las similitudes más fuertes aparecen en la comparación con el culto griego de Dioniso, dios del vino, y de Baco, su equivalente romano. Según la leyenda, Dionisio llevó el vino a Grecia desde Asia Menor, la actual Turquía. Hijo de Zeus, Dionisio tuvo un doble nacimiento, uno humano y otro divino (el mito es bastante oscuro, al menos para nosotros), y en el primero su madre era una simple mortal, Semele. Este dios era la vid y el vino era su sangre.


LOS DIOSES DEL VINO

Dioniso era el dios de la vid y del vino, aunque muchos otros, con leyendas análogas, aparecen en las más diversas civilizaciones con notable regularidad. Una inscripción del año 2700 a. de C. menciona a la diosa sumeria Gestín con el significativo nombre de (

En Egipto, el dios del vino era Osiris, al que se evocaba como el vino <>

Cuando el cristianismo se convirtió en religión dominante, hizo desaparecer a Dioniso y a Baco. La desvergüenza que caracterizaba las bacanales fue considerada sacrílega por los primeros obispos, sobre todo porque en ellas participaban las mujeres.

Los romanos, cuya expansión coincidió con el declive de Grecia incorporaron los dioses griegos adaptándolos a sus características. Así, Dioniso se convirtió en Baco, nombre que ya recibía en las ciudades griegas de Lidia, en Asia Menor. De dios del vino, Baco se convirtió en salvador y su culto se extendió sobre todo entre las mujeres, los esclavos y los pobres, hasta el punto de que los emperadores intentaron prohibirlo sin dem siado éxito.

El cristianismo, cuyo desarrollo es indisociable del Imperio romano, asimiló numerosos símbolos y ritos báquicos, y atrajo, en los p meros tiempos, a las mismas categrías de fieles. La significación de la eucaristía es un tema demasiado complejo para ser evocado en pocas líneas. Digamos simplemente que el vino de la comunión era por lo menos tan necesario en una asamblea de cristianos como la presencia de un sacerdote. Gracias a este lugar vital que ocupaba en las prácticas religiosas, el vino subsistió incluso durante el sombrío período de las invasiones bárbaras que acompañaron la decadencia de Roma.

LAS REGIONES VITÍCOLAS DEL ANTIGÜEDAD MEDITERRÁNEA

Los egipcios, los sumerios y los romanos daban un nombre a sus viñedos y discutían para establecer cuáles eran los mejores vinos. El país que la Biblia llama Ganaán —tal vez Fenicia o Siria— era famoso por su vino. «El vino de los lagares de Daha es tan abundante como el agua viva», escribió un cronista egipcio. Daha se encontraba en alguna parte del país de Canaán, donde los egipcios compraban madera para sus construcciones y, desde luego, vino. Según la Biblia, los hebreos habían traído de Ganaán un racimo de uvas tan grande que fueron necesarios dos hombres para transportarlo.

El Antiguo Testamento está lleno de referencias a viñedos. Los romanos dejaron esmeradas definiciones de los mejores vinos de Italia. En el más alto rango se situaba el de Falerno, localidad al sur de Roma, que estaba considerado como el mejor de la época, seguido de los vinos de Alba (los montes Albanos de la actualidad). En Pompeya, gran puerto vitícola de la Italia romana, un comerciante en vinos se hizo tan rico que pudo mandar construir a su costa el teatro y el anfiteatro de la ciudad. Los romanos apreciaban también los vinos de España, de Grecia y —en la época imperial— los de la Galia, el Rin y el Danubio.

Los monjes y el vino

El vino estaba estrechamente relacionado con el estilo de vida mediterráneo. Al norte de los Alpes, las actividades sedentarias —como el cultivo de la vid— estaban en peligro frente a las oleadas de temibles invasores. Solamente la Iglesia, que necesitaba vino y era capaz de garantizar una continuidad de consumo, permitió la supervivencia de la viticultura. Cuando Europa consiguió salir de esos tiempos tempestuosos, los viñedos se encontraban precisamente alrededor de monasterios y catedrales.

Los monjes no se contentaron con hacer vino: lo mejoraron. En la Edad Media, los cistercienses de Borgoña fueron los primeros en estudiar el suelo de la Cóte d’Or, en transformar los viñedos seleccionando las mejores plantas, en experimentar con la poda y en elegir las parcelas no expuestas a las heladas, que eran las que daban las uvas más maduras. Rodearon sus mejores viñedos con muros: los dos que sobreviven, aunque sólo sea a través del nombre, son una prueba de la perspicacia de estos monjes viticultores. Los cistercienses de Kloster Eberbach hicieron lo mismo en el Rheingau. Todos sus esfuerzos tendían a producir un vino destinado no solamente a la misa, sino a la venta, ya que los monjes desempeñaron un papel esencial en el comercio de vinos durante la Edad Media.

El paulatino retorno a una cierta tranquilidad permitió la expansión de los viñedos y reanimó el comercio. El vino nunca había perdido completamente su valor de bien de cambio:

durante la alta Edad Media (del siglo V al X aproximadamente), por los mares occidentales surcados de piratas, los navíos mercantes zarpaban discretamente de Burdeos o de la desembocadura del Rin rumbo a Gran Bretaña, Irlanda o más al norte todavía. Cualquier jefe bárbaro regaba sus fiestas convino; el ermitaño más aislado siempre lo necesitaba para la comunión.

Con esta resurrección del negocio aparecieron las grandes flotas del vino:


centenares de barcos iban hasta Londres o los puertos de la Hansa. Los ríos también se convirtieron en importantes rutas comerciales: las barricas repletas de vino eran pesadas y difíciles de mover, por lo que el transporte por barco resultaba el más indicado.

Para el hombre medieval, el vino o la cerveza no eran un lujo, eran una necesidad. Las ciudades ofrecían un agua impura y con frecuencia peligrosa. Al desempeñar el papel de antiséptico, el vino fue un elemento importante de la rudimentaria medicina de la época. Se mezclaba con el agua para hacerla bebible. Pocas veces se tomaba agua pura, al menos en las ciudades. «El agua sola no es sana para un inglés», escribió en 1542 el erudito británico Andrew Boorde.

Grandes cantidades de vino circulaban en aquella época. En el siglo XIV las exportaciones de Burdeos hacia Inglaterra eran tan importantes que su media anual no fue superada hasta 1979. El rey Eduardo II de Inglaterra encargó el equivalente de más de un millón de botellas con ocasión de su boda con Isabel de Francia, en 1308. Bajo el reinado de Isabel 1, casi tres siglos después, los ingleses bebían más de cuarenta millones de botellas de vino por año para una población de poco más de seis millones de habitantes.

El aficionado al buen vino:
La demanda de vinos de consumo diario ocupó a los viticultores y bodegueros durante muchos siglos. Pero hacia finales del siglo XVII apareció en el mercado una nueva exigencia: se pedían vinos que procuraran una experiencia estética. Los romanos de la antigüedad ya habían buscado las mejores añadas del imperio, del mismo modo que los reyes y los abades de la Edad Media exigían también lo mejor. Pero la novedad, en Francia y naturalmente en Inglaterra, fue la emergencia de una nueva clase social con dinero y buen gusto que estaba dispuesta a pagar lo que fuera por un gran vino.

En Francia, los cortesanos de la Regencia (1715-1723) reclamaron —y obtuvieron— grandes cantidades de champágne de mejor calidad y más efervescente. En Inglaterra, durante la misma época, los grandes personajes del reino, encabezados por el primer ministro Robert Walpole, buscaban los mejores vinos tintos de Burdeos.

A esta generación debernos el concepto de «gran vino» tal como lo conocemos en la actualidad. Hasta entonces, el vino se bebía dentro del año de la cosecha; cuando se acercaba la nueva vendimia, el precio del vino «viejo» caía. En 1714, un comerciante parisino reclamaba a su corresponsal en Burdeos «buen vino, vino fino, viejo> negro y aterciopelado». Naturalmente ya se sabía criar y mejorar el vino. Comenzaba la era de los vinos de calidad.

Se atribuye generalmente a Arnaud de Pontac, presidente del parlamento de Burdeos hacia 1660, el mérito de haber inaugurado esta búsqueda de la calidad. Propietario del Cháteau Haut-Brion, se puso a producir un nuevo tipo de vino empleando métodos que más tarde serían corrientes: bajo rendimiento, selección esmerada, rigor en la vinificación y añejamiento en bodega. El objetivo era evidentemente crear una reputación que justificase un precio elevado.

En Londres, los vinos de Haut-Brion llegaban a triplicar el precio de otros buenos vinos. En una generación, otras denominaciones bordelesas —con Latour, Lafite y Margaux a la cabeza— se habían incorporado a esa corriente. Los refinamientos se sucedían: selección de las mejores variedades, drenaje de. los viñedos, precisión creciente en la crianza y en las operaciones realizadas en la bodega. Empezaron así a producirse vinos finos en grandes cantidades.

Francia tuvo que esperar la revolución industrial para que la producción de vino de mesa alcanzase un volumen equivalente. El desarrollo de las ciudades, en las que la población obrera no cesaba de crecer, fue el factor que multiplicó la demanda de vino barato. El ferrocarril permitió satisfacerla —gracias a los amplios y soleados viñedos del Midi.

Las plagas de la vid

Precisamente en el Midi francés apareció por vez primera, en 1860, la más devastadora de las plagas de la vid: la filoxera, un pulgón del tamaño de una cabeza de alfiler que provocaba la muerte de la vid al nutrirse del jugo d sus raíces. Había llegado accidental mente de América del Norte cuando los barcos de vapor comenzaron

atravesar el océano lo bastante rápido como para que el parásito, presente en las plantas importadas, pudiese sobrevivir al viaje. Toda Europa se vio afectada: casi ninguna vid pudo escapar de la plaga. Al cabo de cuarenta años de estragos se encontró la solución: las vides injertadas en pies americanos eran inmunes. Pero la filoxera no fue el único problema: dos enfermedades, el oídio y el mildiu, atacaron las viñas europeas en la misma época. En muchas regiones de Europa, numerosos viñedos arrasados por la filoxera nunca se han vuelto a replantar.

El gran desarrollo del siglo XX

Es innegable que el mundo del vino tuvo que dedicar una buena parte del siglo XX a reponerse de la crisis atravesada en la segunda mitad del XIX. Después de la Primera Guerra Mundial, el consumo europeo alcanzó nuevos récords, pero el vino, procedente del Midi francés, de La Mancha o del norte de Africa, era mediocre. Incluso los grandes vinos —de Burdeos, de Borgoña, del Riny del Mosela— se vendían a bajo precio: sus consumidores, en otro tiempo prósperos, se habían visto afectados por las guerras y las crisis. Los viñedos más favorecidos fueron los del Nuevo Mundo: al oeste de Estados Unidos, en Australia, en Sudáfrica y en Nueva Zelanda, inmigrantes llegados de Europa plantaban en suelos vírgenes para aplacar la sed de otros colonos.

La búsqueda de autenticidad

Los esfuerzos llevados a cabo para superar las consecuencias de la filoxera y las crisis económicas incluyeron el desarrollo de la legislación vitícola. Se intentaba también combatir el fraude: vinos ordinarios etiquetados bajo grandes nombres, vinos adulterados, etc. De esta forma nació el sistema francés de denominaciones de origen (AOC) y las reglamentaciones que se han inspirado en él, aunque sea parcialmente, en casi todo el mundo.

Los tumultos protagonizados por los viticultores de Champagne en 1911, debidos a los bajos precios de sus vinos, constituyeron el episodio más señalado de una larga serie de protestas. Después de la Primera Guerra Mundial, el gobierno francés aprobó la mencionada AØC, que se convirtió a partir de ese momento en un sistema de garantía de autenticidad. Variedades, límites territoriales, métodos de poda: todo está reglamentado.

El descubrimiento del control

La ciencia empezó entonces a desempeñar un papel importante y se desarrollaron programas de investigación sobre la vid, la fermentación o la crianza en bodega. Con el conocimiento llegó el control: los rendimientos se hicieron mucho más previsibles y elevados. Paralelamente, el consumo de vino se convirtió en un fenómeno que se puso de moda en el mundo entero. Los viñedos famosos consiguieron estar a la altura de la demanda gracias a excelentes y abundantes vendimias (la década de los 80 fue particularmente notable en este sentido). Por otra parte, los mejores vinos del Nuevo Mundo comenzaron a rivalizar en calidad con los mayores clásicos europeos. Para los productores, el fin del siglo XX marca un período de prosperidad; para los aficionados al vino, una edad de oro, con abundancia de buenos vinos a precios relativamente razonables. Las víctimas de esta evolución son sin duda los productores de vinos baratos.

Sin duda nuevos países productores van a acceder a un mercado en buena medida saturado. Las técnicas actuales permiten mejorar rápidamente los vinos de las regiones menos famosas, como lo demuestran los resultados de las inversiones realizadas en el Languedoc-Rossellón. Para el consumidor, el porvenir inmediato promete vinos mejores y mayores cantidades. En cuanto a los productores, se verán enfrentados a un duro reto por la competencia internacional.